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Fotos del gran fotógrafo e inmenso fan de la música, Álvar Luis Gabaldà |
Hace tiempo, alguien metido en el negocio de la música desde hace años, nos comentó a un grupo de amigos que los conciertos de sala tenían sus días contados. Ante el auge de los festivales, no era rentable ni para los promotores ni para las bandas unos bolos donde había mucho trabajo por hacer, muchos gastos por cubrir y poco a ganar, cuando directamente no había pedidas. Aquellas palabras me produjeron cierta preocupación porque los hechos le daban la razón, mientras los festivales tanto nacionales como internacionales crecían sin parar, a los conciertos de sala cada vez acudía menos público, si antes locales como Razzmatazz, KGB o Bikini eran como nuestra segunda casa, ahora la mayoría acontecían en clubs de mucho menos aforo, como Sidecar o nuestro querido Rocksound.
Estos últimos días musicalmente hablando han sido muy intensos, mágicos diría yo, hemos tenido el inmenso placer y privilegio de asistir a unos cuantos recitales de los que no se olvidan, de aquellos que mientras estás disfrutándolos, estás pensando en lo afortunado que eres de tener la música en tu vida.
No hacía mucho que había visto al canadiense Rich Hope dejarse la vida en el pequeño escenario de Rocksound ante una reducida audiencia de unas cuarenta personas. Poco después los U.S.Rails nos enseñaron, a todos los que nos acercamos a verlos, lo que era el verdadero rock americano de raíces en un bolo absolutamente sobrecogedor. Nuestros Black West nos aplastaron con su stoner metálico y nos dejaron claro que fuera hay bandas muy buenas, pero que las de aquí, las que tenemos más cerca, no les tienen mucho que envidiar. Luego llegó Malcome Halcombe y su country blues sangrante y descarnado, un tipo con pinta de homeless al que sólo le bastó una desaliñada guitarra, su voz y su talento para poner la sala al rojo vivo, y el miércoles pasado, hace nada, Saturna, otra de nuestras grandes esperanzas, al lado de los suecos Horisont, nos vuelven a demostrar que se puede mirar hacía los setenta, sonando totalmente frescos y convincentes, en un show que, para mi, ha sido el mejor en lo que llevamos de año.
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Fotos del gran fotógrafo e inmenso fan de la música, Álvar Luis Gabaldà |
Todos estos conciertos han sido casualmente en el mismo lugar, el Rocksound de la calle Almogavers, el reducto que nos queda a los pocos que todavía pensamos que los conciertos de sala es en donde vamos a poder ver lo que seguramente serán los mejores conciertos de nuestras vida.
Estamos de acuerdo en que asistir a festivales como el Azkena, Hellfest, Sonisphere o tantos otros está muy bien, fiesta y un montón de buena música, pero no olvidemos a todas esas bandas, a esos pequeños promotores y esas salas que arriesgan su tiempo, su patrimonio y hasta su salud en apoyar una escena muy alejada de los grandes focos y que es tan necesaria para nosotros como la vida misma. Salvemos esto amigos, la inversión es poca y la satisfacción mucha.