jueves, 14 de marzo de 2013

Desde que te fuiste

Hace unas horas he leído una magnífica reflexión de un buen amigo sobre un ser querido, y no hace mucho, otra de mis grandes amistades, me hizo sentir orgulloso de contarme entre su círculo al escribir unas palabras en su blog sobre lo mucho que echaba de menos a su padre fallecido hace ya tiempo. Esta tarde, estaba rindiendo mi íntimo y pequeño homenaje al desaparecido batería de Iron Maiden, Clive Burr, y automáticamente me he acordado del mío. Quizás porque siempre que entraba en mi habitación me pillaba escuchando a La Doncella o porque le recuerdo observando las portadas de "Killers" o "Powerage" con rostro cariacontecido o puede ser simplemente porque un día, me acuerdo como si fuera ayer, mientras escuchaba los solos de "The Ides Of March" me dijo: "Esa guitarra no está podrida". Aquello para mí fue un triunfo, porque estamos hablando de un hombre al que el rock'n'roll le parecía una aberración sonora, un tipo chapado a la antigua admirador de Rafael Farina y James Stewart, que creía a pies juntillas que aquella endemoniada música estaba llevando a su hijo hacía la perdición, ya sabéis "Straight To Hell" como dirían Drivin'N'Cryin'. A pesar de ello, él fue quien me compró mis primeras entradas de concierto (nunca le agradeceré lo suficiente que le diera el dinero a los mayores de mi barrio para que me pillaran el ticket para ver a Def Leppard, Rainbow y UFO) y él mismo me acompañó a recoger mi primera batería, que por supuesto había pagado él también, a pesar de que la economía familiar no era precisamente boyante y que no lo veía nada claro. Con todo y eso, él me entendió y me apoyó. Como a todos los padres de aquella época le tocó vivir años duros, trabajo, trabajo y más trabajo, quizás por eso casi empalmó una enfermedad tras otra hasta que el jodido cáncer se lo llevó, sin tiempo a disfrutar de una jubilación que tenía bien merecida. 
No soy persona de arrepentirme de nada, ni siquiera de las equivocaciones que he cometido que han sido muchas, pero una espina que tengo clavada y que me temo que no me sacaré nunca, es la de no haberle dicho un montón de cosas, vete a saber porqué, que ya las tenía dentro cuando todavía estaba entre nosotros. Hoy, más de una década después de irse, me sorprendo pensando en él ayudado por los más mínimos detalles, hoy ha sido escuchando Iron Maiden, otro día puede ser viendo una victoria del Barça y pensando en lo que hubiera disfrutado estos años de éxito azulgrana, y puede que otro día lo añore al pasar por una carretera que frecuentábamos juntos en alguna de las muchas salidas que solíamos hacer. La única verdad es que la clase de persona que soy (para lo bueno y también para lo malo) se lo debo a todo a él y que no pasa un solo día desde que se fue, en que no lo eche de menos. Ya veremos que nos espera cuando hayamos finiquitado nuestra estancia en este mundo, pero espero que cuando me largue (de aquí a mucho tiempo) nos reencontremos y entonces sí, por fin le diré todas las cosas que siento.


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